Desde su aparición en diciembre de 2019 en la ciudad china de Wuhan, el brote del nuevo coronavirus COVID-19, ha generado una alarma de salud pública a nivel mundial. No se puede negar que para la ciudadanía la información puede resultar contradictoria.
Por un lado, se pide calma y se habla de una mortalidad baja, en torno a un 2,3% que es inferior a la de anteriores epidemias por coronavirus como el SARS-CoV o el MERS-CoV. Además parece que este porcentaje fuera del epicentro del brote es más bajo, cercano al 0,7%.
Por otro lado, se bombardea a diario con información de su expansión minuto a minuto. En las noticias vemos como muchos viajeros quedan aislados de manera preventiva, se han afectado los mercados bursátiles y la OMS lo ha declarado Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional.
Se trata habitualmente de una infección que cursa de manera parecida a un cuadro gripal, es decir, con fiebre, malestar general, dolores musculares y tos, habitualmente no productiva de moco. En una persona sana esto puede resolverse sin complicaciones en una semana. El cuadro puede complicarse si aparece dificultad respiratoria, requiriendo medidas de soporte ventilatorio e ingreso en unidades de intensivos.
En cualquier caso, parece más razonable hablar del riesgo que tienen determinados colectivos vulnerables que de un riesgo concreto individual. Aunque nuestro riesgo individual sea bajo, debemos adoptar las medidas preventivas (lavado de manos) necesarias de igual forma. Será la manera más efectiva de proteger a los grupos de mayor riesgo, a los que va dedicado este artículo.
Perfil de mayor riesgo
Por lo que sabemos hasta ahora, incluiría a varones mayores de 60 años con patologías crónicas sobre todo de tipo cardiovascular, o bien con factores de riesgo cardiovascular, como son hipertensos, diabéticos y fumadores, y también el riesgo sería mayor en personas con cáncer o con problemas respiratorios crónicos.
En las mujeres el cromosoma X y las hormonas femeninas podrían ejercer un efecto protector contra la infección y explicar por qué los hombres se infectan más y mueren más, aunque el pronóstico depende sobre todo del número de enfermedades presentes previamente, lo que se conoce como comorbilidades.
Que la edad avanzada y las comorbilidades nos otorgan un mayor riesgo, es extensible a otro tipo de enfermedades y es algo que sucede con otro tipo de infecciones respiratorias víricas, como la gripe, y que también se ha visto en los otros brotes por coronavirus.
¿Pero por qué estas personas tienen mayor riesgo?
Las personas con problemas como hipertensión arterial, obesidad, diabetes, o patología cardiovascular y cerebrovascular tienden a tener una respuesta inmune deficitaria. Al tener las defensas comprometidas se hace más probable que se desarrolle una neumonía vírica grave, que implica afectación difusa de los pulmones e insuficiencia respiratoria (dificultad para oxigenar la sangre).
A la inversa, la instauración de una neumonía grave puede descompensar una cardiopatía previa provocando una insuficiencia cardíaca, o bien empeorar una enfermedad coronaria, ya que dificultaría todavía más la llegada de oxígeno al músculo cardíaco alterando su función.
Además en las enfermedades cardiovasculares existe un exceso de inflamación de manera crónica y global. Por ello cuando se instaura una infección respiratoria puede darse una respuesta inflamatoria exagerada, que no solamente afectaría a nivel cardiopulmonar sino que lo haría en todo el organismo generando complicaciones en otros órganos.
Todos estos aspectos favorecen el que en personas con problemas cardiovasculares previos las infecciones por virus respiratorios como la gripe o el coronavirus provoquen mayor tasa de complicaciones y de mortalidad.
Embarazadas y niños
En embarazadas no tenemos mucha información acerca del pronóstico pero nos podemos basar en los casos registrados en brotes previos de coronavirus. Durante el embarazo en caso de neumonía grave, además del riesgo materno, esto puede derivar en pérdida fetal o partos prematuros. Esto sucede igual en otras infecciones virales respiratorias y es el fundamento de vacunar a las embarazadas contra la gripe.
No se ha demostrado la transmisión directa de la madre al feto ni que se produzca daño directo sobre la placenta. Los casos en bebés se producen por contacto directo, debido a la tos de la madre. Afortunadamente, en los niños la mayoría de casos parecen cursar de manera leve o asintomática.
Pacientes con inmunodepresión
Los pacientes inmunodeprimidos, por inmunodeficiencias adquiridas como el VIH, o bien inmunosuprimidos porque están trasplantados o reciben tratamiento inmunosupresor por otras patologías, como por ejemplo quimioterapia para el cáncer, son un colectivo especial de riesgo. Deben estar prevenidos de infecciones respiratorias ya que son las complicaciones más frecuentes, pero estas medidas deben tenerlas en cuenta siempre y no solamente ante el coronavirus.
En pacientes con patología respiratoria crónica como bronquitis crónica, enfisema pulmonar o asma bronquial es también lógico que una infección viral pueda provocar descompensaciones de su cuadro de base y que desarrollen insuficiencia respiratoria, al tener ya comprometido su aparato respiratorio.
Conclusiones
El nuevo brote de coronavirus generalmente cursa como un cuadro febril benigno similar a la gripe, pero en ciertos colectivos, y al igual que pasa con otras infecciones víricas, puede tener una evolución desfavorable.
Las personas con diabetes y patologías cardiovasculares al tener un estado inflamatorio crónico pueden desarrollar con mayor frecuencia cuadros más graves.
Las medidas de protección son muy importantes en los colectivos vulnerables, más al tratarse de infecciones por virus nuevos a los que nuestro sistema inmune no está habituado y para los que no hay vacuna.
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